domingo, 14 de abril de 2024

Un país de metralleta

 En qué momento se había jodido el Perú, se preguntaba Zavalita mirando la calle desde la puerta del diario La Crónica, en Conversación en La Catedral, la novela de Vargas Llosa. Porque todas las cosas tienen un momento en el cual empiezan a joderse sin saber dónde va a terminar la debacle. De acuerdo con los viejos tópicos, decíamos de España que era un país de pandereta. Y no nos gustaba, porque parecía viejo y casposo, aunque fuéramos una nación a un pueblo unida, capaz de hacer una transición ejemplar, pacífica e integradora, desde una dictadura masivamente apoyada por la sociedad de su tiempo a una democracia perfectamente equiparable al resto de las occidentales en derechos, convicciones y libertades.

En qué momento, por acción de unos y por indolencia de otros, eso dejó de servir, hasta el punto de que hoy sepamos que, digan lo que digan algunos de los más destacados de nuestros líderes institucionales y sociales, la referencia cierta de lo que va a ocurrir a semanas o meses vista, provenga de lo que manifiesten un golpista prófugo de la justicia y un terrorista juzgado y condenado, aunque solo por una parte de sus crímenes. En qué momento se nos han jodido esta democracia y esta sociedad para que Puigdemont haga bailar como títeres a los miembros del gobierno, que saben que caminan por el alambre de los objetivos de cada momento del fugado a Waterloo. O para que, forzando la ley y la decencia, se oculte la participación del etarra Otegi en atentados terroristas aún sin juzgar porque, diga lo que diga el resto, va a ser quien decida lo que va a ocurrir en el País Vasco después de las próximas elecciones y hay que llamarlo hombre de paz.

La referencia de la verdad de lo que va a ocurrir políticamente en España no podemos tomarla ya de la palabra de nuestro gobierno sino de la de dos extorsionadores. Los nuevos referentes de la concordia, la paz y el progreso. Quieren que traguemos con ello, felices y dóciles porque ya no somos un país de pandereta. Con ellos, lo somos de metralleta.


domingo, 7 de abril de 2024

Lo breve, lo inmediato y lo completo

Ya no recordamos cuando hablábamos todo de seguido. Cuando colocábamos en el reproductor una casette o un LP y lo escuchábamos de principio a fin. Cuando leíamos un libro durante horas sin interrumpirnos cada nada para mirar la pantalla del teléfono. Cuando veíamos la televisión sin poder parar la imagen, volver al principio o saltar los anuncios. Cuando dábamos más valor a un reportaje en prensa por ser extenso y profundo que porque tuviera un titular efectivo y fotos grandes. Antes de que lo analógico, que obligaba a ir por pasos fuera sustituido por lo digital, que nos permite saltar de un lado a otro sin solución de continuidad.


Un día me fijé en cómo una adolescente escuchaba música de Spotify con su teléfono móvil. No me llamó la atención que las canciones sonaran de forma aleatoria sin un orden preestablecido. Sí lo hizo que pese a tener duraciones de poco más de tres minutos, sistemáticamente las interrumpía antes de terminar para que de inmediato sonara otra distinta; así con cada una de ellas. A mi pregunta de por qué no las dejaba sonar en su totalidad, me respondió: el resto ya me lo sé, vuelve a ser lo mismo.


Triunfan las redes sociales con su avalancha de impactos de información y desinformación. Pierden la comunicación y la reflexión. Tenemos todo al alcance de la mano, lo queremos todo a la vez y al instante. Unos cuantos caracteres, un video de menos de un minuto, un spot publicitario de 20 segundos, una foto, un emoticono. El resto no interesa o nuestro cerebro no alcanza a procesarlo. 


La nueva maquetación de los periódicos reduce el número de palabras en artículos periodísticos y columnas de opinión. Lo fácil es escribir, la calidad está en saber recortar lo superfluo, me dijo quien me invitó a estas páginas hace casi mil columnas. Acierta, al menos para quien sepa hacer que -siguiendo a Borges-, todo el Nilo esté en la palabra Nilo. Sin embargo la ahora joven, ya no adolescente, aprendió a escuchar las canciones hasta el final, los discos enteros como una obra única y completa. También acierta.


domingo, 31 de marzo de 2024

Primavera efímera

Llegan en los días previos a la Semana Santa, invaden la ciudad, se expanden como masas de plasma, petróleo colorido que se cuela por todos los rincones de calles, plazas, bares y terrazas. Dan color de sonrisa, melodía de alegría y aroma de alborozo a los días. Llueva o truene inundan de sonido, luz, ritmo y ambiente a las noches habitualmente oscuras, silenciosas y hasta un tanto tenebrosas de una ciudad acostumbradamente vacía de aquellos de sus nacidos que están en la mejor de las edades. De repente una mañana salimos a la calle y Zamora es otra, la vida llamando a la vida.


Cantan los pájaros de amanecida como cantan besos y abrazos en los reencuentros a la hora del vermú, en el tardeo sin fin, en las largas y no menos efímeras que eternas horas de la noche que en nuestra semana grande siempre ha sido noche iniciática y de confirmación en esos años en que no hay espacio ni tiempo para la nostalgia. La vieja ciudad renace con las vacaciones. Resucita, con fuerza abrumadora, retadora y casi insultante en las fechas de la Pasión. Ciudad, aquí tienes a tus hijos. Vuelven de su  huida forzada de este desierto, de su peregrinar por territorios más fértiles de oportunidades y promesas de futuro, a la tierra a la que pertenecen pero difícilmente volverá a acogerlos nunca con carácter de continuidad.


Nos llegan, nos transforman, nos reviven y aún así, a veces, parece que nos incomodan pese a la brevedad de su estancia. Quizás se baten sin cuartel el sentimiento colectivo de culpa por no haber sido capaces de construir mejores realidades y esperanzas y la satisfacción individual por esas vidas creadas, que vuelan para crecer y que vuelven cada cierto tiempo a mostrarnos que no todo lo hicimos mal. Que mientras hay vida hay esperanza y que puede que un día de ellos venga la redención.


Regresan de todas las edades, pero brilla esa generación de la que durante buena parte del año Zamora carece. Ese abismal vacío de vida entre los dieciocho y los veintimuchos se cubre con caras, nombres y apellidos familiares en estos pocos días en que los que vienen, se quedan y se hacen ver. Aunque solo por esto fuera todo esfuerzo es justificado por proteger, respaldar y mantener nuestra Semana Santa. Verdadera esencia de una provincia cuyo carácter sintoniza tan bien con el espíritu de  sufrimiento, pasión y muerte como se olvida de la necesidad vital de abandonar la resignación y creer y luchar por la resurrección.


Todo pasa y no todo queda. De repente una mañana salimos a la calle y Zamora es otra. Los que quedamos caminamos más despacio, se agitan menos los brazos, las cabelleras no ondean al viento, las voces hablan más bajo y menos cantarinas. Los bares cierran, las terrazas se encogen. La vida fluye con desgana, la sangre se ralentiza, el silencio recupera su espacio. El aire, aunque empiece abril, huele mucho menos a primavera.


domingo, 24 de marzo de 2024

Resucitar a un muerto

No, aunque estemos en los albores de la Semana Santa no estoy refiriéndome a la muerte y resurrección de Dios hecho hombre, Jesucristo, que, uno y trino, resucitó por sí mismo y no por mediación de otros. El muerto al que otros están resucitando es solo un hombre, se llama Carlos, nombre con origen en las lenguas germánicas escandinavas en las que era Karl y cuyo significado es precisamente ese: “hombre”. 


Puigdemont escapó escondido como un cobarde -o un listo- en el maletero de un coche. A enemigo que huye puente de plata -o cofre de chapa-, debieron pensar  quienes recibieran la información de las fuerzas de seguridad o los servicios secretos y en lugar de impedirlo dejaron que se fuera a cruzar la frontera. Mientras la justicia actuaba aplicando las leyes vigentes, aún en su grado más suave, condenando por sedición y no rebelión a los líderes del proceso independentista, Puigdemont comía mejillones en Bélgica y veía por la tele cómo Junqueras y otros redimían yendo a la cárcel su delito contra la sociedad y la democracia.


Allí fue ganando canas, perdiendo fuerza y respeto y languideciendo como un líder cobarde que abandona a sus tropas y a sus gentes pero amparado aún en una de esas paradojas legales que, por no haber sido juzgado, le permitía seguir gozando de los privilegios de ser Eurodiputado hasta junio de este año. Políticamente muerto a partir de esa fecha de no haber sido que alguien decidiera aprovechar la aritmética de las urnas del 23-J para mantenerse en el poder sin que le temblara el pulso para quebrar consensos, principios, juramentos propios y Constitución.


Y por ese arte de birlibirloque en el que a veces se convierte la política Puigdemont no solo ha resucitado políticamente sino que parece más alto, más guapo y más simpático. El hombre del independentismo ha vuelto y lo hace como líder eufórico que se sabe dueño de la caja de Pandora que puede desatar todos los males para aquellos que de él dependen. Va a marcar el guión como lo lleva marcando desde hace meses y llegando hasta allí donde nadie pensaba que iba a atreverse con su osadía. Que se ríe de todos no lo dudamos y que va a seguir haciéndolo nos lo tememos. Ya pasó su travesía del desierto, comió carne de perro para llegar a su norte geográfico pero, al menos de momento y desde luego durante los próximos meses la única brújula es la que el tiene en la mano.


Como del Karl escandinavo el nombre pasó al Carolus romano antes del Carlos y Carles de las lenguas romance, quizás alguien cuando escriba la historia de estos tiempos pequeños, interprete que no otros, sino estos, son los tiempos que dan significación a la famosa expresión de “cuando reinaba Carolo”, desbancando a Carlos II o incluso a Carlomagno. Hay que reconocer que por mérito propio y demérito ajeno, Puigdemont renacido reina y gobierna desde Waterloo con plenas potestades en esta España nuestra de presente oscuro e incierto futuro. Como un mono con una metralleta se lo va a pasar Carles, incluso a costa de quien se la ha dado.


domingo, 17 de marzo de 2024

Democracia disléxica

Llevo una temporada en la que soy incapaz de saber qué dice una norma, sentencia, informe o declaración institucional si no consigo el texto o grabación originales y los leo o escucho directamente. En pleno reinado de la brevedad de contenidos y la abundancia de opiniones de las redes sociales, que han logrado imponer su mandato y estilo tanto a los políticos como a los periodistas y medios de comunicación tradicionales, la verdad se esconde como nunca antes en regímenes democráticos.


La misma noticia o documento dicen cosa distinta en boca del portavoz de cada partido, en la pluma de los diferentes informadores y en el comentario de las decenas de opinadores. Resulta además cada vez más frecuente que en los medios sea imposible encontrar el documento original al que se hace mención. Ni siquiera en las ediciones digitales, en las cuales, reproducir el documento en su integridad o insertar el enlace a la fuente original no plantea ningún problema ni dificultad técnica o de espacio.


Una de las artes de la política consiste en tratar de que los ciudadanos recojan lo mejor de los postulados propios, obvien, omitan o perdonen lo menos bueno y que los más convencidos se conviertan en divulgadores, a ser posible dogmáticos, del ideario y las decisiones del partido, por mucho que estas puedan ser exactamente las contrarias de las que se defendieron antes o de las que la víspera se decía que se iban a tomar. La política conlleva de siempre una parte de manipulación de la opinión pública, pero históricamente se la entendía más asentada en el sentimiento grupal de rebaño que en la burda ocultación de la verdad o la profusión del engaño grosero. Ahora ocurre lo contrario, lo cual resulta paradójico cuando Internet y la multiplicación de medios y canales hacen teóricamente más fácil acceder en cualquier momento y lugar a la verdad. De primera mano sin necesidad de intermediarios. 


Siendo esto así, va a ser verdad que, con carácter general, se toma al ciudadano medio cada vez más por idiota que es, según la RAE alguien tonto o corto de entendimiento. Se debe considerar que no solo vamos a tragar con lo que nos cuenten sin más sino que además vamos a ser suficientemente vagos o incapaces para no contrastar la información ni, por supuesto, buscar la fuente original y leer e interpretar por nosotros mismos. Llevamos varias semanas oyendo versiones opuestas respecto del contenido del dictamen de la ya famosa Comisión de Venecia (órgano meramente consultivo del Consejo de Europa) en torno a la Ley de Amnistía. Escuchemos al ministro Bolaños o a Cayetana Álvarez de Toledo para tener dos dictámenes contrapuestos. Leamos El Mundo o El País para obtener opuestas conclusiones. 


Y pienso, a ver si no es que nos tomen a los ciudadanos por cortos de entendederas sino que son ellos los que tienen un problema de dislexia y no son capaces de entender lo que leen. Cuando trato de ir a la fuente originaria descubro lo que ni unos ni otros nos dicen expresamente, que el Dictamen aún no se ha hecho público y que los análisis contrarios de unos y otros se basan ahora solo en una nota de prensa de Consejo de Europa. Solución no tiene a corto plazo esta democracia disléxica, pero no me mola nada que me tomen por idiota.

domingo, 10 de marzo de 2024

Y sin embargo, siguen mintiendo

“Sabemos que nos mienten. Ellos saben que mienten. Ellos saben que sabemos que nos mienten. Sabemos que ellos saben que sabemos que nos mienten. Y sin embargo, siguen mintiendo”


Cuando el Premio Nobel de Literatura Aleksandr Solzhenitsyn, escritor, historiador y disidente soviético, autor de Archipiélago Gulag, obra en la que narró su internamiento como preso durante doce años en los campos de trabajos forzados del régimen comunista soviético denominados Gulag, pronunció esas palabras, probablemente no era consciente de que más allá de una cita inteligente y una síntesis brillante, estaba reuniendo en unas pocas frases un tratado sobre el comportamiento humano en torno al despotismo del poderoso y a la frecuente sumisión de la sociedad. Las dos caras, no opuestas sino complementarias de una misma patología. El yin y el yang bastardo de la relación entre despotismo y servilismo. Círculo del que quedan fuera quienes se niegan a aceptar que algo es legítimo o ilegítimo no en función de la Ley sino de quién es quien lo promueve o impone. El círculo del sectarismo, de la tiranía y la arbitrariedad.


Sánchez ha dicho esta semana, con la brevedad y con la contundencia con la que se disfrazan a menudo la infamia y la mentira para darles peso de dogma, de verdad irrefutable, refiriéndose a la amnistía: “Tenemos un dictamen de la Comisión de Venecia que apuntó algunas mejoras que se necesitaban y es lo que hemos hecho. La ley va a salir constitucional y acorde al derecho europeo”. Sin saberlo estaba homenajeando a Solzhenitsyn con cinco afirmaciones groseramente falsas.


1. No existe dictamen de la Comisión de Venecia, sólo un borrador enviado al Gobierno de España para que aporte sus consideraciones con carácter previo a la emisión del dictamen. 2. El borrador no apunta mejoras sobre el texto de la ley (texto de noviembre, rechazado en el Congreso) que se hayan recogido, sino que cuestiona numerosos aspectos de la tramitación, entre otros: Que el procedimiento no debería ser el de urgencia que se sigue. Que una norma con tanta trascendencia jurídica debería aprobarse con mayor consenso político y social (el ministro Bolaños ha reconocido que se aprueba en contra de la opinión social mayoritaria). Y lo más importante, que con carácter previo debería modificarse la Constitución. 3. Lo que han hecho es aceptar los términos exigidos por Junts para conseguir el respaldo de sus siete votos. 4. No sale acorde a la Constitución, como el propio Sánchez y todo el PSOE saben y manifestaron reiteradamente hasta el día de las elecciones que los convirtieron en víctimas seguras del chantaje de Puigdemont. 5. Tampoco acorde al derecho europeo que prohíbe amnistías “ad hoc” para favorecer a personas concretas.


Dos mil años antes que el Nobel ruso, Cicerón dejó dicho que la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Nos queda pues, no callarnos. Nos quedan los jueces que deberán aplicar la ley o elevar las cuestiones de constitucionalidad que correspondan cuando entre en vigor. Nos quedan las instancias superiores que habrán de dictaminar si la norma es acorde a los principios democráticos o los infringe. Como también Cicerón nos recomendó “seamos esclavos de las leyes para poder ser libres”.


domingo, 3 de marzo de 2024

Los pellones y la cutrez

Entre 1991 y 1996 España fue un escaparate en el que cada la corrupción se exhibía a ritmo cada vez más acelerado. Con los fastos del 92: la Alta Velocidad ferroviaria y la Expo en Sevilla y las Olimpiadas en Barcelona pareció darse el banderazo de salida para que todos los golfos, truhanes y ladrones del país afloraran, fuera cual fuera el puesto en el que estuvieran ubicados y nos dieran decenas de jornadas de infame gloria. En homenaje al Consejero Delegado de la sociedad pública de gestión de la Exposición Universal, Jacinto Pellón, íntimo amigo del entonces presidente del Gobierno, Felipe González, el pueblo, que habitualmente es más listo que sabio, creó una nueva medida monetaria denominada el “pellón”, representativa de mil millones de las antiguas pesetas -seis millones de Euros actuales-.


El pellón se refería a cada mil millones de pesetas de sobrecoste de obras, de desviación presupuestaria, de despiste de dinero, de robo, apropiación indebida o cualquier otro tipo de corrupción de los muchos que hubo en aquellos años. La construcción de las vías del AVE, la adquisición de los trenes (vagones a un fabricante y locomotoras a otro distinto, que así había dos sitios de los que tirar). El papel para imprimir el BOE. Los cuarteles de la Guardia Civil. Los fondos de la Cruz Roja. Televisión Española. El dinero de la lucha contra el terrorismo y del GAL y un largo etcétera. Así, ministerio a ministerio un rosario de trinques y delitos con los que cuando las noticias no tenían la inmediatez de lo digital, nos sorprendían cada día periódicos y emisoras de radio.


Pero llegó el 93 y a pesar de todo Felipe González volvió a ganar cuando se le daba por derrotado definitivamente. Entre el 93 y el 96 continuó el incesante goteo de asuntos de corrupción hasta su derrota ante José María Aznar. Aún así una derrota más ajustada que los que todos los indicios apuntaban. Ahí descubrimos como nación que quizás por nuestra huella genética mantenida desde los pícaros del siglo de oro y seguramente desde mucho más atrás, España no castiga la corrupción de sus dirigentes con el mismo ímpetu moralista con el que se hace en otros países. Buena muestra de ello la permisividad social y hasta el compadreo con la corrupción institucionalizada son dos insignes ejemplos: el robo indiscriminado y generalizado de las estructuras del PSOE y la UGT con los ERE andaluces, 676 millones de Euros ya contabilizados y la estructura mafiosa del “tres per cent” a la sombra del independentismo catalán de la familia Pujol y Convergencia y Unió, hoy Junts y compañía.


Nos acordamos poco de aquellas circunstancias, salvo por un detalle de los que nos molan siempre, la foto cutre de Roldán y sus calzoncillos blancos corriendo detrás de las prostitutas. en una habitación cutre en la que no hacía falta ninguna imaginación para poder adivinar el resto de la escena. Corrupción hemos visto demasiada desde entonces. La del escándalo semitapado del PSOE con el Tito Berni la más parecida a la foto aquella pero ahora la de Koldo y Ábalos y Marlaska y Armengol y Ángel Víctor Torres y Begoña y Aldama y ese largo etcétera promete batir récords de cutrez y eso da esperanza en que este gobierno de amnistías inconstitucionales, pactos infumables y desastre económico se pueda ir pronto. Quema más lo cutre que el número de pellones.


domingo, 18 de febrero de 2024

Cuando no hay política queda la propaganda

Podríamos acudir a cualquier otra cita electoral o fijarnos en el devenir diario de esa actividad política que todo lo copa, como cada semana hubiera elecciones o como si los partidos nos dejaran decidir sobre algo, o mejor dicho, como si nos dejaran influir en sus decisiones los grupitos que en cada momento dominan esos partidos, monolíticos, cerrados y que con frecuencia destacan por una homogeneidad que de no ser en la mediocridad sería digna de halago.


Como lo tenemos a vista reciente, podemos centrarnos en la campaña electoral que nos ha traído hasta las elecciones gallegas que hoy se celebran. En un par de momentos, lamentablemente estelares, que definen cómo van quedando menos política y políticos y extiende más su dominio la mancha de la propaganda mala y barata, de las estrategias de laboratorio, cada vez más tácticas y menos estratégicas y el millón de políticos y periodistas repitiendo los mismos mantras con las mismas ideas, palabras clonadas y asuntos que pasan de estar de actualidad absoluta a no volverse a hablar de ellos de un día para otro. Con ello nos manipulan, nos dirigen, nos mantienen entretenidos y a continuación a otra cosa, mariposa.


¿Alguien se acuerda de la crisis ecológica que arrasaba las playas y los caladeros gallegos que pensábamos que eran de pescado y marisco y resulta que solo eran de votos? ¿Alguien recuerda el rostro compungido de políticos y corresponsales televisivos cogiendo en sus finas manos las bolitas de plástico que un contenedor caído al mar había dejado escapar? ¿Recuerdan a Yolanda Díaz en cuclillas sobre la arena de la playa pero vestida de domingo y tratando de recoger tres o cuatro de esos “pellets”? Cómo no conmocionarnos ante tanto dolor y drama si no habia programa de televisión o informativo que no le dedicara el protagonismo principal a este nuevo Prestige? Y de repente alguien debió acordarse de que a diferencia de lo que ocurrió con aquel vertido de petróleo ahora solo votaban los que podían ver con sus propios ojos lo que ocurría y lo que no. Nunca más se volvió a hablar de pellets, de playas ni de atentado ecológico.


Feijóo y dirigentes populares comen un con un grupo de periodistas y entre comentarios más o menos informales, por torpeza, despiste, relajación o para minorar daños si otros dicen otras cosas, deja caer que la amnistía no cabe para los independentistas que cometieron delitos y que tampoco se dan ahora las condiciones para poder estudiar indultos pero eso podría darse una vez sean juzgados y condenados. Una extensa brigada mediática y todos los políticos del PSOE y allegados llenan ese fin de semana los titulares de prensa y las redes sociales con prácticamente las mismas exactas palabras, frases y aseveraciones, algunas de las cuales parece que nada tenían que ver con la realidad. El ruido estaba hecho. 


Que en uno y otro caso luego todo quede en nada da igual a unos y otros. A una polémica la sucederá otra y a esa otra más. Casi nadie se sale de su carril en uno u otro lado y, si eso es así generalizadamente y la propaganda sustituye a la política, me pregunto para qué tenemos tantos políticos que no piensan ni hablan por sí mismos.


domingo, 11 de febrero de 2024

Nuestros agricultores tienen razón y razones

Pocas veces una ola de protestas ha tenido y sentido un apoyo tan generalizado del conjunto de los ciudadanos como la actual de los agricultores en España. El propio martes, día más fuerte hasta en nuestra provincia, con cortes de carreteras y accesos a las ciudades en decenas de puntos, hasta los automovilistas atrapados y perjudicados mostraban, con carácter general, su comprensión y, en muchos casos el apoyo expreso, no solo a las reivindicaciones del sector sino a las propias acciones que unos estaban llevando a cabo y otros sufriendo en esa jornada.


Toda generalización es injusta y falsa, pero es lo cierto que la política agraria común de la Unión Europea y los grados en que esta se aplica en los diferentes países miembro, con sus diferentes características geográficas y económicas, se esfuerza más por promover el cese de la actividad agraria que en su modernización y competitividad. De ahí que, cuando la brigada mediática sincronizada que respalda al actual gobierno español y de él se alimenta, sale en tromba a atacar a los agricultores se quede, con su habitual simpleza de argumentario dictado, en decir que cómo se atreven a protestar contra quien les da las subvenciones con las que se compran esos “supertractores”, como si en lugar de una máquina de trabajo se tratara de un artículo de lujo.


Tienen razón y múltiples razones nuestros agricultores cuando protestan contra la discriminación que supone que la normativa asfixiante -por inmensa e intensa- que deben cumplir por formar parte del mercado europeo, no se exija al origen de los productos que cada día entran en nuestro territorio provenientes de otros países que, en algunos casos como por ejemplo los países magrebíes, se aprovechan además de dinero público español y europeo para sus explotaciones y para competir deslealmente con los productores españoles. Las tienen cuando las trabas administrativas cada vez son mayores y más engorrosas, fruto de una inflación burocrática generada por urbanitas en despachos alejados del mundo rural para tratar de controlar hasta el último detalle de su actividad. Toman al agricultor como a un enemigo del planeta y del medio ambiente y no como lo que son, la mejor garantía de sostenibilidad medioambiental.


Tienen razón cuando critican el afán por extender las instalaciones fotovoltaicas por terrenos fértiles tradicionalmente dedicados al cultivo. Y la tienen sobre todo cuando se oponen -y mucho han y hemos tardado el conjunto de ciudadanos- a esa vorágine absurda e histérica en la que Europa y el gobierno Sánchez de forma destacada, nos han metido de la dichosa Agenda 2030 que, salvo con un pin de colorines en la solapa de los prebostes del nuevo progreso, nadie ha explicado, consultado ni solicitado aprobación a quienes son los damnificados y paganinis de unas medidas con las que algunos se hacen fotos de relumbrón y otros se lo llevan en crudo.


Tienen pues, estas y otras muchas razones que no me caben aquí, nuestros agricultores.  Pero es que aunque no tuvieran toda la razón, en Zamora deberíamos seguir estando con ellos, porque toda la provincia somos mundo rural. Sin agricultura y ganadería no existimos. Así que sí, amigos del campo. ¡Adelante y gracias!


domingo, 4 de febrero de 2024

Por un puñado de euros. La ley ELA

Entre esas cosas de la política que uno no termina de entender nunca, la de la conocida aunque aún no nacida como Ley ELA, ocupa un puesto preponderante al que llevo tiempo siguiéndole la pista, dándole vueltas y tratando de informarme periódicamente.


La esclerosis lateral amiotrófica, ELA, es la tercera enfermedad degenerativa más frecuente tras el alzhéimer y el párkinson. Las neuronas que controlan los músculos del cuerpo se desgastan y mueren, dejando de comunicar mensajes a los músculos. Esto lleva a debilitamiento muscular, espasmos e incapacidad para mover brazos, piernas y cuerpo. El empeoramiento con el paso del tiempo es inevitable y, en su fase más grave, cuando los músculos en la zona torácica dejan de trabajar, se vuelve difícil o imposible respirar sin ayuda mecánica. Deterioro físico que no suele afectar a los sentidos, vista, oído, olfato, gusto y tacto, por lo que la capacidad de sentir y pensar permanece intacta durante los tres a cinco años de esperanza media de vida desde los primeros síntomas.


Una enfermedad especialmente cruel con aquellas personas a las que se les diagnostica, normalmente entre los 50 y los 70 años, sin cura ni tratamiento -aunque se van dando avances esperanzadores a medio y largo plazo con algunos medicamentos en prueba- y para la que, en enfermos muy avanzados, los costes de los cuidados asistenciales pueden suponer hasta cincuenta mil euros al año, costes que muy pocas personas y familias se pueden permitir por lo que en un dramático y escandaloso porcentaje a los pacientes, plenamente conscientes, solo se les brinda como salida la eutanasia.


Por ello, sorprende e indigna que nada más se haya hecho desde que hace casi dos años, a propuesta de Ciudadanos, el Congreso de los Diputados aprobara por unanimidad de todos los grupos la tramitación de una ley que suponga el reconocimiento del 33% de grado de discapacidad desde su diagnóstico, atención preferente para que los pacientes cuenten con recursos técnicos y humanos especializados, la posibilidad de acogerse al bono eléctrico en los casos avanzados por necesitar ventilación mecánica y que se cubran las necesidades de un servicio domiciliario que garantice una atención especializada las 24 horas cuando sea preciso.


Dos años en los que la tramitación está paralizada por el gobierno y su grupo parlamentario. Esta semana, la ministra respondía al respecto -desconocimiento o mentira- diciendo que seguía avanzándose en su tramitación. Unos 5.000 enfermos, 700 casos diagnosticados anualmente, más o menos los mismos fallecimientos. No se comprende cuando se estima entre cuarenta y doscientos millones de euros el presupuesto anual necesario. Cuando el Ministerio de Derechos Sociales tiene un presupuesto de cinco mil cuatrocientos millones de euros y cuando partidas presupuestarias de muchos ministerios poco menos que fantasmagóricas o cuyo contenido es simplemente humo o mera ideología, superan con creces esa cuantía. Fea sociedad estamos construyendo cuando la publicidad, el despilfarro o las luchas ideológicas por mantener el poder pesan más que la dignidad en la vida y en las puertas de la muerte de cualquiera de nuestros ciudadanos y compatriotas, por un pequeño puñado de euros. No se entiende.


domingo, 28 de enero de 2024

Terrorismo y un puñado de votos

Han tenido que llegar Sánchez y su inmoral aritmética para que en España dejemos de saber qué es el terrorismo. El mismo catálogo de actos que los dos partidos mayoritarios habían pactado catalogar indefectiblemente como terroristas, siguiendo criterios internacionales es hoy papel mojado, sometido a la redefinición que cada dos o tres días llevan a cabo Bolaños y sus brazos extendidos. Es tan surrealista, dantesco y escalofriante, el recorrido del PSOE para tratar de acomodar la realidad a los designios de los independentistas del aún hoy prófugo de la justicia Puigdemont, que uno se plantea si en el gobierno han perdido la razón y el sentido común, además del sentido de Estado. Las otras dos alternativas son peculiares. 


Puede estar el gobierno socialista y de su apéndice Sumar extendiendo la alfombra roja a todas y cada una de las demandas independentistas a la espera tan solo de poder aprobar unos presupuestos que, siendo para 2024, le permitan cubrir sin grandes estragos, mediante la vía de la prórroga, 2025, para proceder a volver a las urnas en 2026, garantizándose de este modo casi tres años de legislatura. En este caso podríamos tener la esperanza de que aprobados esos presupuestos, todo este rollo inconstitucional de la amnistía empezara a desmoronarse como el castillo de naipes que es, solo sostenido por la falacia jurídica de Bolaños, la ausencia constatada de principio alguno que no sea el de la propia supervivencia de Sánchez y la desastrosa acción negociadora de ignorantes jurídicos como Santos Cerdán.


O puede estar Sánchez decidido a entregar todo y más, también en el País Vasco donde la presión independentista aumenta para la liberación por amnistía de los terroristas de ETA aún no excarcelados. Un entregar todo, convertido en un reinicio constitucional. Una segunda transición fuertemente sesgada hacia los postulados de la izquierda de corte sudamericano, republicanos y facilitadores de la disgregación territorial.


Las tres opciones son malas, parecen alarmistas y probablemente exageradas, pero si algo nos ha demostrado Sánchez desde 2018 y la política española en general desde 2004 es que la realidad ha ido evolucionando hacia los peores escenarios que en cada momento se atisbaban como posibles. Que a estas alturas, en el país europeo que más ha sufrido el terrorismo, con mil asesinatos, con un tercio de ellos sin resolver policial y judicialmente, desde el propio gobierno se dé pábulo a la posibilidad de amnistiar a cambio de un puñado de votos parlamentarios a encausados por los actos que nadie cuestionaba como terroristas, de los CDR y del Tsunami que decían democrático, nos indica que volvemos a avanzar hacia el peor de los escenarios que se nos pueda ocurrir.


El centro de Barcelona ardió durante días y días. Decenas de defensores del orden público y de la convivencia resultaron heridos, algunos con irreversible gravedad. Se produjeron estragos de todo tipo. Se asaltó el aeropuerto. Intentaron tomar una comisaría y linchar a quienes allí prestaban servicio. Pero ahora, no antes, nos dicen que eso no es terrorismo porque no solo los condenados por sedición o malversación de fondos públicos, sino también los encausados por terrorismo han de ser amnistiados para que Sánchez siga en La Moncloa.

domingo, 21 de enero de 2024

Las llaves de Guarido

“Que nos diga cuándo y le dejamos las llaves” es lo que ha contestado el alcalde Francisco Guarido al presidente de la Diputación Javier Faúndez cuando éste le ha advertido de que el ayuntamiento de la capital es titular del inmueble del Castillo gracias a un convenio suscrito entre ambas instituciones en 2004 para la implantación allí del Centro de Arte Contemporáneo Baltasar Lobo y no para otros fines. 


De la cerrazón y despotismo de nuestro alcalde llevamos muchos años de demostración en múltiples asuntos del día a día con la ciudad y los ciudadanos, pero nunca antes en un asunto tan de interés general, tan palmario y tan evidente. 


En el que día de hoy coinciden todos los expertos y académicos, colegios profesionales, asociación de amigos de Baltasar Lobo y partidos políticos, excepción hecha de PSOE e IU, los dos que gobiernan el Ayuntamiento, uno por despotismo y el otro porque se deja llevar para no enfrentarse al alcalde. Que el lugar óptimo para la exposición de la obra de Lobo, para la investigación en torno a ella y su promoción y divulgación es el Castillo. Que a su vez el mejor destino posible para el Castillo a día de hoy es servir de sede a la creación y la figura de nuestro escultor más universal y en torno a él, con exposiciones temporales o fondo permanente, a la obra de otros escultores zamoranos de los últimos cien años. Que para la ciudad y la provincia, el proyecto que los integre se convertirá en un recurso turístico, cultural y económico de primera magnitud, máxime incorporando, como planteamos ya en 2004 quienes entonces gobernábamos una figura tan emblemática y trascendente en el mundo de la arquitectura como es Rafael Moneo. Y que urbanística y socialmente para Zamora y su Casco Histórico, generar ese polo de atracción en la proa del recinto amurallado y junto a la Catedral permitiría afrontar de una vez el desarrollo de un plan especial que rompa ese territorio vacío y desolador en el que hemos dejado convertirse muchos rincones y solares del tramo entre la plaza de Viriato y la de la Catedral.


Pero siendo esa desidia del “que nos diga cuándo y le dejamos las llaves”, grave en este caso concreto, lo es más cuando vemos que podría darse en casi cualquier otro de los asuntos importantes que afectan al cuidado y la proyección presente y futura de nuestra ciudad. Es dramáticamente ofensiva. Es insultantemente agresiva esa postura reiterada y sistemática del “lo hago porque lo valgo”, del me votaron sin programa para hacer lo que quisiera y así hago lo que en cada momento se me ocurre, digan lo que digan el resto, la oposición, los expertos y los directamente afectados. Y, preferentemente, no hago nada, porque vivo mejor y no me critican. Y así los asuntos se eternizan y pudren.


Los ciudadanos con sus votos han tratado al alcalde infinitamente mejor que él a ellos y a la ciudad. A Guarido le encanta figurar de alcalde, no tanto serlo. Para los asuntos importantes, complejos o problemáticos para la ciudad, que le digan cuándo y no lo mareen, que él deja las llaves y un problema menos.


domingo, 7 de enero de 2024

Guarido y Lobo. Mentalidad XS

Esta podría ser la octava o novena columna de las que durante mis años de opinión en este medio he dedicado a reclamar el Castillo para el Centro de Arte Contemporáneo Baltasar Lobo y éste para Zamora. En este tiempo, de los pocos que públicamente defendíamos esta opción, que es por la que apostamos durante los últimos años de alcaldía de Antonio Vázquez, hemos ido pasando cada vez a más adeptos, convencidos de que el Castillo, Lobo y Zamora se merecen esa conjunción única para mejora su presente y potenciar su futuro.

Pero no va a ser una columna para eso. Va a serlo para dejar en evidencia, que aún hace falta, aunque no hay más ciego que el que no quiere ver, el estilo despótico del alcalde más cerrado a escuchar a sus ciudadanos que haya pasado -al menos desde hace medio siglo- por la Casa de las Panaderas. La opacidad y el despotismo han caracterizado su acción (y sobre todo su inacción) durante los ocho años de gobierno municipal que lleva ya acumulados, más de la mitad de ellos en compañía de un PSOE comparsa al que igual le da so que arre con tal de obtener unas migajas de poder y representación. Que los resultados electorales lo hayan acompañado no ha hecho más que contribuir a su ya paradigmática actitud.

En lo de Lobo y el Castillo, coinciden los expertos, la Asociación de Amigos del escultor, su familia y, hasta hace unos días todos los partidos políticos zamoranos excepto Izquierda Unida, a diferencia de tan solo hace cuatro años en que el único partido desde el que promovíamos tal solución era Por Zamora. Pero digo hasta hace unos días porque ante la cerrazón de Guarido y la inexistencia de criterio propio en sus concejales, el PSOE de David Gago ha traicionado programa y compromiso y, entre el alcalde y la ciudad ha optado por dar la espalda a los zamoranos.

Una vez aprobado por la Asociación de Amigos de Baltasar Lobo que la única ubicación realmente digna y apropiada es el Castillo, con cariño, simpatía y cercanía, que por momentos ha parecido excesiva incluso, sus directivos han intentado convencer a Guarido de que su opción inicial, persistente y cerril de llevar la obra de nuestro escultor al edificio del Ayuntamiento Viejo es una aberración y una condena a desperdiciar tan valioso y poderoso legado. Esfuerzos estériles. Para nada han servido. En ningún momento, como en muchas otras cuestiones ciudadanas, ha dado ni siquiera espacio el alcalde a acoger una esperanza de reflexión y análisis.

El Ayuntamiento Viejo no deja de ser otra solución provisional, cutre, pobre e indigna de Zamora y de la obra y la memoria de Lobo. En primer lugar porque no cabe más que una pequeña parte de la obra. En segundo lugar porque no permite el trabajo de investigación y divulgación. En tercer lugar porque buena parte de las mejores esculturas necesitan un espacio y una atmósfera imposibles de acoger en tan exiguo edificio. A ver si nuestro alcalde y sus dóciles mascotas del PSOE lo entienden, es como si los Reyes Magos le traen un polo talla XS a Guarido y trata de ponérselo para ir al próximo pleno. Lo que no cabe, no cabe.

domingo, 31 de diciembre de 2023

O tempora, o mores! (¡Oh, tiempos! ¡Oh, costumbres!

 “¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo ese furor tuyo se burlará de nosotros? ¿Adónde irá a dar consigo esa osadía desenfrenada tuya? ¿Cómo no te mueven, para que desistas de tu locura, la nocturna guarda y vigilante guarnición del palacio? ¿Tampoco, los centinelas de la ciudad? ¿No, el temor del pueblo? ¿No, el consenso y la conformidad de todos los buenos? ¿No, el presente lugar, tan guarnecido de gente, donde suele juntarse ordinariamente el senado? ¿No, los rostros y las presencias de estos padres magníficos? ¿Qué es esto? ¿No sientes que tus consejos son del todo ya descubiertos y que tu conjuración está ya convencida y como tomada a manos por el perspicaz conocimiento y juicio de todos estos? ¿Cuál de nosotros piensas que ignora lo que hiciste la noche pasada y la precedente, en qué lugar estuviste, con quiénes te juntaste, y qué es lo que se resolvió en aquel santo consejo tuyo?¡Oh, tiempos! ¡Oh, costumbres!”.

El fragmento, como sabemos casi todos los que cursamos bachillerato hace ya algunos años e ignoran casi todos los que lo han cursado tras las últimas y perjudiciales (todas) reformas educativas, se corresponde con el comienzo de la primera de las cuatro catilinarias recogidas por Salustio en La Conjuración de Catilina. Cuatro discursos de Cicerón frente al conspirador Catilina que promovía un golpe de Estado y pretendía asesinar a todos cuantos, desde el Senado, podían poner freno a su plan de hacerse con el poder a toda costa pese a haber perdido la elección a cónsul, puesto al que aspiraba.

¿Por qué cerrar 2023 remontándonos al 63 antes de Cristo? Porque una mirada a los clásicos nos descubre siempre que las situaciones y pensamientos humanos, individuales y sociales que nos parecen más novedosas hoy, ya los tuvieron y vivieron otros antes. Cambiemos el nombre propio del texto por uno de mayor actualidad y releamos con gusto y no sin desasosiego y cierta desesperación las palabras de Cicerón que era ligeramente más sabio que todos nosotros. Con gusto porque aún traducidas son palabras de un discurso hermoso, armónico, bello y demoledor. Con desasosiego, hoy como entonces, vivimos tiempos turbulentos en los que por espurio interés se pone en riesgo la institucionalidad constitucional demoliendo los principios rectores del régimen democrático y sin pilares o muros de carga no hay edificio que se sostenga. Con cierta desesperación porque sabiendo que entre los 350 diputados no hay un Cicerón, dudamos de si alguien tendrá la fuerza de ánimo suficiente y la habilidad política y dialéctica para hacer frente a la amenaza y a la vez despertar al pueblo y al conjunto de los estamentos sociales y alejarlos del sectarismo.

Confiemos, no obstante. España ha dado lecciones sorprendentes a lo largo de la historia, también en la más reciente con una transición ejemplar de la dictadura a la democracia. Confiemos en que como dice el refrán, quien hace un cesto hace un ciento; quien es capaz de todo por alcanzar el poder lo mismo traiciona a unos como a otros y, una vez conseguido, intentará no pagar aquellas deudas que no le favorezcan para perpetuarse en él.

Que 2024 sea un buen año para todos. Mi homenaje hoy a mi profesora de latín en los ochenta, Inma Villalobos, de cuya gran sabiduría tan poco aprovechamiento supe obtener.

 

domingo, 24 de diciembre de 2023

España en una Navidad inquietante

 Con el paso del tiempo, tenemos la perspectiva de que los momentos históricos en los cuales la degeneración de la convivencia ha desembocado en trágicos acontecimientos, convulsiones sociales graves o enfrentamientos civiles, son instantes concretos acotados en unas fechas del calendario. Nada más lejos de la realidad, sin embargo. Igual que las termitas no realizan su devoradora tarea de la noche a la mañana, los episodios de división, enfrentamiento y ruptura conllevan un tránsito temporal mucho más largo de lo que luego los libros de historia o la memoria de las gentes recuerdan.

El proceso suele ser, en su esqueleto, básicamente siempre el mismo. Comienza con una serie de acontecimientos dispersos, no necesariamente interrelacionados, aleatorios pero que entre sí van tejiendo una tela de araña invisible de crispación y subida de la temperatura anímica individual y colectiva. Una espiral hacia la intolerancia que, a menudo, termina alcanzando cotas insospechadas de enfrentamiento, ira y sectarismo.

Sin pretender ser catastrofista y desde una tendencia cómoda pero no demasiado justificada por la trayectoria histórica hacia el optimismo y la confianza en la sociedad española, ese es el ambiente de fondo que se empieza a palpar en España por mucho que sepamos que es Navidad. El protagonismo de los extremos ideológicos, el posicionamiento en bandos que presumen de irreconciliables sustentado en vetos recíprocos. La apuesta por el rápido desmantelamiento de las estructuras institucionales y sociales que ha costado décadas construir o que llevan esas mismas décadas funcionando razonablemente bien para llevarnos hacia posturas maximalistas de un determinado espectro ideológico, son la corriente sobre la que parecen desplazarse cada vez más el presente y el futuro más próximo de nuestro país.

Un político al que solo por un azar del destino no se consigue asesinar en una calle del centro de Madrid. Otros políticos que pasan del debate parlamentario al insulto personal y el enfrentamiento cara a cara. La intromisión en la esfera privada del rival incluso físicamente en cualquier ámbito, inclusive en el seno de un órgano de representación. Los “cinturones sanitarios” en torno a aquellos que se salen del discurso estándar del bando propio mientras se abren las puertas de par en par a quienes quieren destruir la convivencia y llevan años ejerciendo para ello. O rechazar el equilibrio institucional vigente basándose en que hay parte de la sociedad que no lo comparte pero sin que para cambiarlo se busque ni se intente siquiera lograr un grado de consenso para el nuevo modelo al menos cercano al que obtuvo el actual.

Ejemplos reales y contemporáneos de esa escalada que, jaleada por no pocos periodistas -cada vez más divulgadores y menos creadores de opinión- y representantes de otros estamentos sociales. Como si la militancia en unas ideologías, partidos o banderías fuera más importante, más urgente y más excluyente que la militancia en una sociedad diversa geográfica y socialmente, en una nación, en un proyecto histórico y colectivo que transciende a las generaciones actuales, que es fruto de una transición ejemplar y generosa por todas las partes, de la dictadura a la democracia. En todo caso, Feliz Navidad para todos, amigos.

domingo, 17 de diciembre de 2023

La polarización como enfermedad social

 Nunca antes hemos vivido unos tiempos en los que tan rápido y tan profundamente se perciba el especial empeño en llevar a la sociedad hacia el enfrentamiento. A la polarización de las posturas ideológicas. Al choque entre territorios y entre personas, en función del estatus y el origen social, de la generación a la que se pertenece, de la forma de pensar o de ver y vivir la vida, de las costumbres y hábitos. Anticipando debates a veces pueriles, otras demasiado profundos como para tratarlos con la ligereza habitual.

Esa especie de pulsión destructiva que cada cierto tiempo ha puesto en riesgo la convivencia entre los españoles históricamente parece vivir en este uno de sus momentos destacados. Ya no es solo la política, con mensajes llevados hacia los extremos para buscar en ellos el refuerzo de los más vehementes, los más forofos, los más irracionales y sectarios de los apoyos.

Es también en muchos medios de comunicación y creadores de opinión que actúan como extensiones de ideologías y fuerzas políticas, dejando a un lado los que se suponen son los principios del periodismo. Principios que no deben suponer ausencia de línea editorial pero que obligan a ser fieles a la objetividad aunque la realidad sea vista desde una determinada perspectiva. La España de los bandos está pletórica. Todo el que no piensa como se supone que debe pensar pasa a ser descalificado instantáneamente y enviado a la otra punta del espectro ideológico.

Quizás desde los años veinte y treinta del pasado siglo, no se vivía en nuestro país una situación similar y eso es lo que debería preocuparnos. Sabemos cómo acabó aquello, pero lo que hasta hace poco tiempo resultaba inimaginable, pasa a ser ahora un temor, que, aún lejano, muchos empiezan a percibir como no imposible. Las urgencias históricas nunca son buenas. La Transición española fue ejemplar, entre otras muchas cosas, precisamente por ser capaz de enfriar los ánimos, de calmar las urgencias, de ralentizar los anhelos. De buscar y fortalecer los puntos de conexión y limar las aristas que podían llevar a cortar los hilos que nos mantenían, a la muerte de Franco, en un complicado equilibrio como sociedad.

Que por egocentrismo, por necesidad de mantenerse en el poder o de hacerse con él, por delirios de grandeza o por hemiplejía ideológica enfermiza, pongamos en riesgo nuestro presente y futuro es algo que ni deberíamos permitirnos ni deberían perdonarnos las generaciones venideras si caemos en ello. Hora parece, de que cada uno desde nuestras responsabilidades y posibilidades, especialmente políticos, líderes sociales y medios de comunicación, empecemos a cambiar el pensamiento y también el lenguaje. Nunca como ahora predominan las hipérboles a la hora de definir a los otros. Nunca como ahora hemos oído hablar tanto de “extremo” o “ultra” para referirse a quienes por pensar o defender posturas distintas no han pasado, de la noche a la mañana, de ser rivales o adversarios a enemigos execrables. El daño a la convivencia aún no está hecho pero estamos en camino, aunque a tiempo de pararlo.

domingo, 10 de diciembre de 2023

Dicen que, pero resulta que

Dos meses después de los criminales, salvajes, inhumanos, actos terroristas de Hamás en Israel del 7 de octubre, una parte de lo que llaman la comunidad internacional reclama a Israel un “alto el fuego” en Gaza para proteger, dicen, a la población civil e inocente de Palestina frente a los daños causados por los bombardeos israelíes. Para evitar la muerte de más niños, dicen. Para que los palestinos que así lo quieran puedan abandonar las zonas de conflicto, dicen. Para que la ONU y sus distintas organizaciones puedan proceder, dicen, con la ayuda humanitaria.

Pero resulta que no se empieza pidiendo que los terroristas de Hamás liberen a todos y cada uno de los secuestrados aquel día. Que se habla poco de que la barbarie organizada y ejecutada por quienes controlan el gobierno de Gaza se ensañó con la población civil, en un festival por la paz y en sus kibutz, casa por casa, habitación por habitación. Aniquilando metódicamente a padres, madres, hijos, bebés y mascotas. Violando a madres e hijas unas delante de otras, de sus maridos, padres, hermanos. Amputando partes del cuerpo a sus víctimas con un sadismo que la sociedad occidental no solo no puede concebir sino que no se atrevería siquiera a contemplar si los vídeos les fueran proyectados. Atados en grupo, desnudos unos con otros, quemándolos vivos. Una orgía de sangre y crueldad solo digna del peor infierno. El peor de los infiernos.

Israel responde de manera desproporcionada, dicen, como si siquiera llegara a aplicar la ley del Talión. Pero resulta que, afortunadamente para la esperanza en la humanidad y la civilización, el gobierno hebreo es infinitamente más selectivo, cuidadoso y humano de lo que lo seríamos muchos de nosotros, occidentales cómodos de sofá y seguridad, si hubiéramos sufrido lo que ellos han sufrido y tuviéramos el potencial militar que ellos poseen. Que la causa es la invasión israelí, dicen, pero resulta que no hay asentamientos de colonos ni bases militares israelíes en Gaza desde la plena autonomía en septiembre de 2005, dieciocho años hace. En la pobreza fruto de ese dominio, dicen, pero resulta que Palestina viene recibiendo en ese tiempo dos mil millones de Euros de ayuda anual (para los nostálgicos, 330.000 millones de pesetas al año) para una población de cinco millones de habitantes y resulta que los terroristas que son apresados están gordos como trullos y sus dirigentes son mil millonarios como sólo los mayores sátrapas pueden llegar a serlo.

Que Israel no deja actuar a las organizaciones humanitarias, dicen, pero no cuentan cómo es posible que durante 18 años esas mismas organizaciones no han denunciado que la mayor parte de los fondos destinados a infraestructuras y desarrollo se han ido a construir una red de 500 kilómetros de túneles (dato oficial dado por Hamás en 2021) a 20 metros de profundidad solo para protección terrorista. Que no se deja salir a la población civil, dicen, pero resulta que los únicos corredores humanitarios los va abriendo y protegiendo el ejército israelí mientras Hamás utiliza a civiles, niños y hospitales como escudos humanos y los ataca si se van. Y dicen que los acojamos en Europa cuando ningún país vecino árabe abre las puertas a acogerlos ni siquiera mientras Israel limpia de terroristas el territorio.

La esperanza de paz y progreso para los palestinos de bien, que los hay, aunque no los hemos visto levantarse contra la barbarie, es la eliminación de Hamás aunque España se quede sin la vergüenza de recibir el agradecimiento de esos terroristas y la progresía no pueda arremeter contra EEUU (de Biden, no Trump) por vetar la resolución del alto el fuego en la ONU.